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Gravedad

Gravity
Alfonso Cuarón, 2013
Tráiler 05:25

La película comienza con una secuencia de la Tierra moviéndose lentamente en medio de un silencio absoluto. En unos segundos, el escenario queda descrito: nuestro planeta y el espacio que lo rodea.

A continuación se escucha el diálogo rutinario de dos astronautas que deambulan en el vacío. Uno es Matt Kowalski (George Clooney), un veterano a punto de superar el récord de permanencia en el espacio; el otro es Ryan Stone (Sandra Bullock), una experta en biomedicina que se estrena como paseante espacial.

De repente, del vacío surge una lluvia de restos a altísima velocidad que desintegran todos los objetos que hallan a su paso, entre ellos, el transbordador que debía devolver los astronautas a la Tierra. El drama está servido: la lucha por la supervivencia en un abismo sin gravedad.

Desde 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), ningún film había captado con tanta ambición la realidad sin la atracción gravitatoria. Son películas diferentes –2001 es una película de ideas mientras Gravity es de sensaciones– pero tienen en común el escenario espacial y, desde el punto de vista audiovisual, una brillante realización.

Alfonso Cuarón, el director de Gravity, ha comentado que de niño quería ser o bien astronauta o bien director de cine, lo que explicaría el tono apasionado de la película, fruto de un intrincado proceso de producción que ha durado más de cuatro años.

El film es una combinación de secuencias por ordenador (las escenas en el espacio), maquetas automatizadas (interiores de naves) y filmaciones de los astronautas suspendidos por alambres o embutidos en una cápsula (los actores la llamaban ‘el sarcófago’) tras la que miles de diminutos leds simulaban el cielo estrellado. Destaca la labor de los animadores, ya que nunca antes se habían animado objetos sin apenas peso.

El sonido es imposible en el vacío, un hecho que la película respeta acertadamente. Además de las conversaciones y la música incidental, solo se escuchan los contactos físicos –golpes, toques, manipulaciones– de los astronautas porque en estos lances hay un medio que transmite el sonido, su propio cuerpo. En conjunto, la banda sonora contribuye decisivamente a la fascinación que produce la película.

Entre imágenes sobrecogedoras y sonidos inquietantes, la historia progresa creíblemente con su dosis de humanidad (ella perdió una hija), una denuncia (la basura espacial), algunos guiños cinematográficos (el extintor de Wall-E) y el creciente dramatismo de la destrucción del habitáculo, de la compañía que se aleja, del oxígeno que se agota y, por fin, de la conciencia que se desvanece.

La Tierra constituye el fondo permanente de la película; en este sentido, Gravity evoca el efecto perspectiva de las fotografías de la Tierra tomadas desde el espacio (la primera se hizo en 1968, como 2001) y su invitación a la conciencia colectiva hacia el planeta y la vida que alberga.

A un lado está la Tierra y, al otro, el silencio. En medio, una astronauta que pugna por salvarse y renacer. Gravity transcurre entre la belleza y el terror, esa frontera en la que, según los románticos, reside lo sublime.